Filiación divina



Agradece la filiación

Bendeciré al Señor eternamente; no cesará mi boca de alabarlo (Salmo 33). Si los antiguos tenían sobrados motivos para alabar a Dios, pensemos nosotros cuánto más después de la redención de Cristo y la comunicación de la vida divina en nuestras almas. Agradecer y vivir el sentido de la filiación divina es una manera de alabar y bendecir a Dios por sus grandezas.



¿Qué eres?: Soy hijo de Dios

Si te preguntan, ¿quién eres?, podrás responder con toda facilidad, a menos que tengas amnesia o deseos de ocultar tu nombre. Pero si la pregunta es ¿qué eres?, empezamos con dificultades. Quizá habrá quien diga: ‘soy un ser humano’, o diga ‘son arquitecto’. Pero en realidad tendríamos que contestar: “Soy hijo de Dios”. Eso es lo determinante, y con esa conciencia encontramos apoyo firme en toda circunstancia.



Increíble plan de Dios

Recuperemos el Padrenuestro. Además de educar nuestros deseos –lo que debemos anhelar– nos revela el increíble plan de Dios: hacernos sus hijos. Que no nos tiemble la voz al decir que, en Cristo, Dios nos hace Dios: el Verbo se hizo lo que somos para hacernos lo que Él es. Peligro de la no-trasformación, de la dureza de corazón en su vertiente espiritual –soberbia– como somática –lujuria–.