Filiación divina



Dignidad de hijos

En un instante preciso de la historia de la humanidad tiene lugar la plenitud de los tiempos. El Verbo se hace hombre… para que el hombre se haga Dios. Apreciar el don bautismal: la gracia santificante, que nos da la participación en la naturaleza divina. Vivir con la conciencia no solo del por Cristo, ni siquiera del con Cristo, sino el en Cristo.



Recuerda tu dignidad de hijo de Dios

En una aldea perdida de Galilea, una joven doncella aguarda con expectación la venida del Mesías. Dios lo había dispuesto todo maravillosamente, haciéndola Inmaculada. El Verbo de Dios se hace carne y sangre, como uno más de la estirpe de Adán. Para que nosotros seamos hechos hijos de Dios. Esa es nuestra identidad. Por encima del ser, del saber o del tener, incluso por encima de nuestros logros espirituales. El Padre nos ama porque nos ve en su hijo.



Lo esencial es la nueva vida

A Nicodemo le revela Jesús el centro de su mensaje: la nueva vida que nos llega por al agua y el Espíritu Santo. Nos constituye realmente en creaturas nuevas, en hijos de Dios. Sin embargo, el arraigo y la conciencia de la filiación divina es un proceso creciente, que nos hace alegres y confiados en el amor del Padre.