Pecado



Comprendiendo el pecado

En el pecado mortal nos jugamos todo a una sola carta. Que el Espíritu Santo nos haga comprender la terrible hondura del único verdadero mal, en un mundo que no quiere ni siquiera que se hable de él. Revisar si aumenta la sensibilidad de nuestra conciencia, afinando no sólo en lo que tiene razón de pecado, sino incluso de desviación mínima.



El pecado en mí

El pecado es el rechazo del amor de Dios. Es exclamar: ¡no quiero atarme a tus cadenas! Existe profusamente en el mundo, y no somos inmunes. De ahí la necesidad de mantener la piel fina. Pero hace falta también reconocer su existencia en nuestro interior, quizá como hábitos inveterados, ocultos bajo razones especiosas. ¿En qué ámbitos me uno a la chusma que grita, pidiendo la crucifixión del Señor?



Pecados y circuitos neuronales

Las desgracias sin cuento que vemos en la humanidad, tanto físicas como morales, tienen su origen en el pecado. Y el pecado existe en mí, y si no lo combato, se me hacen circuitos neuronales que me hacen actuar casi de manera automática. Se va extendiendo el pecado. Hay una comunión del bien y una comunión del mal. En la Inmaculada vemos el espejo donde mirarnos.