Eternidad



Noviembre, mes de los novísimos. 

Noviembre es el mes de los difuntos. Además, en él concluye el Año Litúrgico y en las celebraciones eucarísticas se nos presentan las lecturas del fin de los tiempos. Estamos en otoño, en el declinar del año. Invitados, pues, a considerar que ya vivamos, ya muramos, del Señor somos (Rom 14, 8), y si vivimos así, la muerte no será sino un dulce tránsito.



Velen y estén preparados

El Señor invita a la vigilancia, pero no de cualquier realidad –que debe, ciertamente, sernos indiferente- sino la vigilancia ante su advenimiento constante. Tener sed de Él, como san Agustín, cuya memoria celebramos hoy y quien expresó maravillosamente el ansia del hombre: “Nos hiciste para Ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en Ti”. Sólo en el Hijo del hombre encontramos la felicidad.



31 de diciembre

Terminus vitae non amoris

Intentemos “alinear” nuestra alma en las últimas horas del año que termina. Nos urge la gratitud, conscientes de que somos absolutamente deudores de Dios. Pero quizá nos entre la nostalgia, al comprobar una vez más que todo se acaba. ¿Todo? No, el amor no termina, y por eso debemos ilusionarnos con crecer día a día en el amor.