Pureza de corazón



De toda palabra ociosa…

Les digo que de toda palabra ociosa que fuera dicha por los hombres darán cuenta en el día del juicio (Mt 12, 36). ¿No suenan demasiado duras estas palabras? En realidad, proceden de un “Amante celoso”, que sabe que las palabras proceden de los pensamientos, y estos del corazón. Y desea de nosotros una radicalidad absoluta en su amor. Jesús nos revela el camino a la casa del Padre. Atendámoslo.



Virgenes necias y prudentes

Ver a Jesús es la más grande dicha, anhelada por reyes y profetas. El requisito para lograrlo es la pureza del corazón, evitando engancharse a otros intereses, afectos desordenados, deseos que contaminen el licor del amor de Jesús.



Para ver a Dios

Jesús, en lo alto de un monte, proclama su doctrina. En el centro de ella se encuentran las bienaventuranzas, fórmulas de felicidad paradójicas: se propone buscarla en el inverso de la jerarquía de valores que presenta el mundo. Detengámonos en aquella que nos permite “ver a Dios”, es decir, sintonizar mejor las cosas de la vida espiritual. Pureza de corazón, que supone la de pensamientos, afectos, conciencia e intención.