Tibieza



La piedad impide la tibieza

La realidad creada nos trae mensajes de Dios. Uno de ellos, empleado por el mismo Jesús, es el fuego. Cristo deseaba ponerlo en cada corazón, incendiar la tierra. Es el fuego del amor, del Espíritu Santo, que erradica la tibieza. El cuidado de lo pequeño en la vida de piedad nos impide enfermar de este triste mal.



El mal espiritual de Occidente

El cardenal Robert Sarah afirma que la enfermedad espiritual de Occidente es la acedia o falta de vibración e interés para aquello que debería ser el objeto de su amor: Dios. Tenemos el riesgo de caer en ella cuando las cosas de Dios nos aburren o desagradan, y se va produciendo una aversión generalizada a lo que tenga que ver con la vida espiritual. Para contentar a Dios no hay que dejar nada por hacer.



Tibieza: contemporizar y descuidar las cosas pequeñas

Jesús emplea un lenguaje duro para con sus seguidores. Los invita a sacrificarse. Ser su discípulo no es compatible con las contemporizaciones, con los acomodos a la mundanidad. Tampoco con la “cuquería”, es decir, con la maña para ejecutar nuestros deberes del modo más cómodo. Tampoco con la cesión en los pecados veniales, ni en la falta de vibración.