Humanidad Santísima



Que tome su cruz, que derrame su sangre.

En la liturgia anterior, el mes de julio se dedicaba a honrar la Preciosísima Sangre de Cristo. Ahora podemos hacerlo con la celebración de esa Misa votiva. Esa Sangre es preciosísima en Sí misma, por estar unida a la divinidad, pero también porque redime al mundo, y también porque Jesús nos da una prueba de su amor. Pagarle amando nuestra propia cruz, sobre todo la que Él nos envía.



Tesoro escondido, perla preciosa

Dos pequeñas parábolas que son una joya. En pocas pinceladas Jesús explica el modo de acceder al Reino de los cielos. Uno encuentra un tesoro; otro es un mercader de perlas que haya una valiosísima. El Reino de los cielos no es sino su propia persona. No nos mandó el Padre un libro ni unas tablas de la Ley, sino una carne y una sangre caminando por nuestra tierra. Fuera de Jesús, todo es nada y menos que nada (cf. Camino 432).



Contempla a Jesús

Acostumbrémonos a descubrir a Dios en todo. Iremos así facilitando la oración contemplativa, y el Espíritu Santo podrá darnos la capacidad de contemplar la Humanidad Santísima de Cristo: rostro, mirada, corazón. Viviremos contemplativamente, con el ánimo encendido por los encuentros con Jesús.