Ascensión



La Ascensión es el ancla

Cristo asciende al cielo y es introducido en la nube, es decir, en la intimidad de la divinidad. Su Ascensión es nuestra ancla: impide que en la eternidad quedemos a la deriva. También nosotros estaremos en la intimidad de la Trinidad. Si la Resurrección es la fe y la Pentecostés la donación del Amor divino, la Ascensión es la esperanza. Meditemos este misterio tan consolador.



Víspera de la Ascensión

Hoy, sábado, se puede celebrar la Misa de la Víspera de la Ascensión. La liturgia nos invita a fijar nuestra mirada en el Cielo, pues se trata de un profundo misterio de fe. Una especie de conexión entre el tiempo y la eternidad, entre la presencia física de Jesús y su presencia no visible, pero permanente. Alentar nuestra esperanza de ser también nosotros introducidos, en el Seno del Padre, con nuestra humanidad propia.



La Ascensión inaugura la nuestra

Jesús bendice a sus apóstoles al ascender, de acuerdo al relato de san Lucas. Ellos vuelven a Jerusalén llenos de gozo. ¿Cuántas realidades estupendas tiene Dios para comunicarnos en este misterio? Que también nuestra carne está llamada a ser glorificada, a ser introducida en el seno del Padre. Por eso nuestra palabra fundamental al plan de Dios ha de ser ¡sí!, viviendo alegremente el tiempo de la espera.