Lucha interior



Miserias, deportividad.

Buscaré a la oveja perdida, y haré volver a la descarriada. Curaré a la herida y fortaleceré a la débil (Ez 34, 16). ¡Si supiéramos lo que es el Corazón de Dios, jamás admitiríamos desalientos, a pesar de nuestras repetidas derrotas! Si me descorazono ante mis miserias, quizá en el fondo esté mi falta de fe en un Amor infinito volcado sobre mí. Nuestra vida es como un cotejo deportivo, en el que Dios no solo perdona, sino que consuela y anima.