Infancia espiritual



Reconocer la propia nada 

Jesús promete el reino de los cielos a los que se hacen como tales. Pero… ¿en qué consiste ser niño? Contesta santa Teresita: “en reconocer la propia nada”. La humildad es la verdad, y la verdad es que somos nada. Si identificamos el obstáculo principal –el propio yo–, podemos “recomenzar a aprender a ser humildes” y se producirá una “explosión de santidad”.



Solo los niños entran al Cielo

Mt 18, 1,5.10: Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. ¿Cuál es la profunda razón que explica esta enseñanza? La dependencia, el abandono. Es reconocer que nada somos sin la gracia. “La santidad no consiste en esta o aquella práctica, consiste en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños entre los brazos de Dios, conscientes de nuestra debilidad y confiados hasta la audacia en su bondad de Padre” (Santa Teresa de Lisieux).



Importancia de la humildad

En el capítulo quinto de san Juan, Jesús pregunta a los fariseos: “¿Cómo podrán creer ustedes, si no buscan sino las alabanzas mutuas?” Y es que la fe implica el reconocimiento de que solo hay un ser supremo. La humildad es un asunto de ontología, y el demonio nos repite arteramente “seréis como dioses”. La soberbia es la marca del enemigo, y el principal peligro para nuestra fidelidad a Dios.