Reza, reza, reza.

Encontramos en la enseñanza del Señor una constante invitación a rezar. Es un misterio que Dios necesite nuestra plegaria, nuestra mediación, para derramar sus gracias sobre el mundo. Confiemos en el poder de intercesión, en la necesidad de la súplica. Ante cualquier necesidad, recemos, sabiendo que el oído de Dios siempre está inclinado hacia nosotros. Perseverancia y paciencia al orar.